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domingo, 14 de abril de 2013

El arte relacional


El arte relacional se opone a la figura del autor individual. Un referente es  Tiravanija,  abre el espacio conceptual de inteligencia colectiva, dentro de la micro-utopía que supone la subjetividad de cada interpretación. En Post producción, de Bourriaud, la cultura global y la información nos ofrecen elementos de expresión con los que podemos producir nuevos significados, la frontera entre público y autor se disipa. El sujeto es semionauta, un ciudadano que puede establecer comunicación a través de los espacios públicos desde su propia perspectiva. Ya en el siglo 18 la modernidad había perdido su visión teleológica y el arte tenía que preparar el mundo futuro modelando universos posibles. La propuesta era aprender a habitar el mundo en lugar de querer construirlo a partir de una idea preconcebida de la evolución histórica.




Rirkrit Tiravanija (Buenos Aires, Argentina, 1961)


El arte siempre ha sido relacional pero en diferentes grados. Siempre ha sido un elemento de lo social y fundador del diálogo. La imagen tiene poder de reunión de producir empatía y voluntad de compartir. El arte de la pintura y la escultura es particularmente propicio para la expresión de lo próximo, reduce el espacio de las relaciones.  El arte es el lugar de producción de una sociabilidad específica, crea comunidades de intercambio que se escapan al cuadro económico de la ley de la ganancia. Crea espacios libres, duraciones cuyo ritmo se contrapone al que impone la vida cotidiana y favorece un intercambio humano diferente al de la zonas de comunicación impuestas, esos espacios preestablecidos que limitan las posibilidades de intercambio humano, que actúan como herramientas de comunicación que limpian las calles de toda escoria relacional y empobrecen los vínculos del vecindario. Es un intersticio social, un espacio para las relaciones humanas que sugiere posibilidades de intercambio distintas de las vigentes en este sistema.
Aview of the exhibit at Gavin Brown Gallery. All photos by L. Streeter, Art Observed.
La actividad de este intersticio social de la representación reenvía a valores que podrían transponerse en la sociedad, pero no porque se inspire en ella, sino porque se inserta en ella. El arte es sujeto y objeto de una ética. Es un estado de encuentro que toma como punto de partida la contingencia del mundo, sin acuerdo a priori, sin origen ni sentido que le precede, ni razón que le asigne un objetivo, puramente transindividual, creando lazos que unen a los individuos entre sí en formas sociales, que son siempre históricas, como decía Marx.
No hay posibilidad de fin de la historia, ni de fin del arte, porque las partes se vuelven a comprometer permanentemente en función del contexto. No hay fin de juego, el fin de partida anuncia una nueva sin que el juego esté en tela de juicio.
 


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